Aquí lo teneís, y ya tiene nombre, lo que quiere decir que lo hemos adoptado; aunque en este caso sea tan solo una adopción a medias.
Lo vi por primera vez hace un mes, caminando con aire tristón por la carretera junto a la finca. No tenía la mirada de desconcierto de los perros abandonados, ni el porte presuroso de los que se han fugado temporalmente de casa para visitar a una perrita en celo, pero aquella mirada era la de un perro sin familia. Le puse un poco de comida en el suelo y me alejé; él esperó un poco y comenzó a comer el pienso como si fuera solomillo. Unos días más tarde me esperaba en el mismo lugar y desde entonces comenzó a acortar sus visitas.
No sabemos dónde suele dormir, no sabemos si estará en casa de algún cazador de la zona que lo ha desatendido; no es un perro joven y nos hemos dado cuenta de que ya tiene poco olfato. Una mañana me lo encontré hecho un ovillo entre la hierba a pocos metros de la finca. Me siguió y, mientras fui a buscarle algo para comer, aprovechó que el portalón estaba entreabierto y entró con chispitas en la mirada. Jose me dijo "Me parece que el beagle de la carretera ha hecho el hatillo y viene a quedarse".
Pero no podía ser. Cuando Lara está en celo, todavía la visita aquel perrillo del que os hablé y no podemos arriesgarnos a que se encuentre a otro macho en la finca, podrían pelearse y probablemente aquello acabaría mal. Así que hemos encontrado una solución intermedia. Lo hemos adoptado de puertas afuera. Donde comen dos comen tres, así que a Pancho no le faltará su ración de pienso y una caricia en esta última etapa de su vida. Esta tarde le he hecho unas fotos y quería compartirlas con vosotros. Hay cosas importantes que enenegrecen el mundo y que a uno le gustaría cambiar, pero no es fácil, así que, al menos, permitámonos solucionar estos pequeños desarreglos que te encuentras en tu camino.
Quien tiene un perro tiene un amigo, y este seguro que sabrá agradecer la suerte que ha tenido.
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