sábado, 21 de octubre de 2017

El Congreso da luz verde a nuestra Ley de Libertad de Elección Lingüística. ¡Colabora!


Estoy realmente contenta y esperanzada. La Mesa del Congreso de los Diputados ha admitido nuestra Proposición de Ley de Libertad de Elección Lingüística (ILP), que se tramitará como Iniciativa Legislativa Popular. Necesitamos recoger 500.000 firmas en un plazo de 9 meses. Estamos ultimando el formato de los pliegos para recoger las firmas certificadas, con la supervisión de la Junta Electoral. Si te importa la imposición de lengua. Si estás harto de esta imposición totalitaria y absurda a la que estamos sometidos desde hace años en las comunidades autónomas de España con dos lenguas, haz clic en el  enlace que pondré a continuación, y colabora. Hazte fedatario, te enviaremos un pliego o más, si crees que puedes reunir un mayor número de firmas. Con un pliego se pueden recoger 60 firmas. Vamos, es una oportunidad única para acabar con esta lacra.  

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No tendré tiempo para publicar comentarios, estamos a tope de trabajo. Si necesitas más información o quieres contactar con nosotros puedes dirigirte a participacion@hispanohablantes.es

3 comentarios:

  1. El Muro de las Lamentaciones.

    Uno se acerca al blog con la misma duda existencial que un turista en Tierra Santa, tras colocarse la obligatoria kipá, acude a ver los restos del Segundo Templo, destruido por Vespasiano y mantenido sus restos en pie por Tito para que los judíos tuvieran constancia de su derrota. El muro, solitario testigo de tiempos mejores, está situado debajo de la explanada de las mezquitas y ante sus piedras los judíos de todo el mundo lamentan la destrucción de la ciudad y la dispersión del pueblo hebraico. Al visitante le queda el consuelo de colocar un papelito entre las milenarias piedras, con la esperanza de que un día alguien se conforte leyéndolo. Sirvan estas plegarias para expresar mi más profunda decepción por la destrucción de mi país y por la dispersión de nuestro heroico legado, aunque como en el caso de Jerusalén no te escuche ni Yahveh. Nuestro particular Muro de las Lamentaciones lo forma una televisión de plasma, desde donde se nos muestra a diario el acoso y derribo que sufre esta nación milenaria y perseguida. Mientras el país se hunde, una pregunta recorre la amplia piel de toro, ¿por qué hemos llegado hasta aquí? Todos estaremos de acuerdo que hemos llegado a esta situación debido a que los nacionalistas han acaparado durante cuarenta años la educación en diferentes comunidades autónomas y se les han cedido competencias hasta hacer la presencia del estado en ciertas autonomías meramente simbólica. Y está meridianamente claro que de poco va a servir destituir al gobierno golpista catalán, poner a los Mozos bajo la tutela de la Guardia Civil y contener las ansias secesionistas de los medios de agitación y propaganda catalanes, si es que al final se llega a hacer, que ésa es otra. La clave para que lo que estamos viviendo no vuelva a producirse es atacar el meollo del problema, que es el uso fraudulento de la lengua vernácula para arrinconar a la lengua común e impedir que la educación se convierta en adoctrinamiento de las futuras generaciones. La exclusión del español en todos los ámbitos de la sociedad catalana es el germen de la deriva que han tomado las autoridades sediciosas. Si cerramos en falso este proceso, podremos tener unos años de tranquilidad, pero más pronto que tarde los nacionalistas volverán a las andadas. Hemos sido testigos como personajes siniestros de los medios españoles, charnegos de pro, insolentes sin parangón y en ocasiones con moral distraída, como Jordi Evole, Julia Otero, Jorge Javier Vázquez y demás gurús de la progresía, han tenido y siguen teniendo una misericordia incomprensible y una insondable condescendencia con el nacionalismo y han dicho por activa y por pasiva que la educación (léase inmersión, imposición y adoctrinamiento) no se toca. Y por supuesto han dicho algo mucho peor, han dicho que en Cataluña no hay problema lingüístico. Y lo peor no es que sean unos ignorantes, lo peor es que son unos mentirosos. Saben perfectamente que la educación y la lengua son las únicas armas capaces de activar el hecho diferencial, y a río revuelto ganancia de pescadores, de subvenciones y nóminas altamente remuneradas. Mientras cualquier niño del último pueblo catalán no pueda educarse en español, mientras el tendero de la esquina no pueda rotular sus productos en español, mientras se explique la historia a voluntad de unos pocos, mientras profesores trastornados, cargados de un odio extremo sigan aleccionando a sus alumnos, el problema seguirá vivo. Vaya desde aquí mi más sincero deseo de que lo que proponen los organizadores de la Proposición de Ley de Libertad de Elección Lingüística tenga éxito. No sería sólo su victoria frente a la cerrazón nacionalista, sería el triunfo de todos los españoles. Y sería el triunfo de España……por lo que mucho me temo que no saldrá adelante. Como no saldrá adelante este lamento a modo de pequeño papel introducido entre las rendijas del blog. Aunque es comprensible, porque para variar a uno le da por venirse arriba y en lugar de un pequeño papel me han salido tres. Que Dios tenga a Vespasiano en su gloria

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  2. Prohibición de los partidos nacionalistas.

    En el año 1945, una vez que los aliados le habían aplicado su particular artículo 155 a la Alemania de Hitler, una vez laminadas las ciudades y los grandes centros industriales alemanes, se pusieron a la ardua tarea de intentar llevar de nuevo a los alemanes por la senda de la normalidad. Es lo que se denominó la desnazificación. En esto había ciertas discrepancias entre los vencedores de la Alemania nacionalsocialista: la Unión Soviética, con ese paranoico al frente llamado Stalin, pretendía fusilar a medio millón de alemanes, mientras los americanos se conformaban con convertir a la industrial Alemania en un país agrícola y les bastaba con mandar al otro barrio a unos pocos centenares de dirigentes conocidos por su vesania. Al final triunfaron los americanos. Pero la depuración de los nacionalsocialistas del escalafón medio se llevó a cabo con meticulosidad. Alemania en el año 1945 era una sociedad enferma (y eso que Hitler había gobernado sólo doce años, pensemos que el nacionalismo en Cataluña lleva ejerciendo el poder casi cuarenta) que había perdido una guerra, que de haberla ganado la hubiera situado como el amo de Europa.
    En estos casos me gusta traer a colación al siniestro Julius Streicher, conocido “periodista” nazi, el alma del movimiento nacionalsocialista. Las grandes paradas del nacionalismo se celebraban en Núremberg, porque Julius Streicher era el amo de Núremberg. La capital del movimiento nacionalsocialista era Núremberg porque en Núremberg vivía Julius Streicher. Pues bien, Julius Streicher no mató a nadie. De hecho antes de que empezara la solución final ya lo habían apartado de primera línea por unos problemillas de corrupción. Es decir no participó en las grandes masacres cometidas por los nazis, aunque era evidente que estaba enterado. Él era un simple editor que publicaba un libelo antisemita llamado Der Stürmer que se dedicaba a proclamar el odio contra los judíos. Sin embargo los aliados no tuvieron piedad. Lo colgaron. ¿Y dónde lo colgaron? Obviamente en Núremberg. Tras la guerra los partidos con orientación nazi en Alemania fueron prohibidos. Y de hecho siguen prohibidos. Más nos valdría si queremos seguir siendo un país normal prohibir a los partidos nacionalistas que predican el odio contra los españoles. Quiero decir que no conseguiremos nada si no conseguimos que los que llevan una generación fomentando el odio sean sometidos a juicio. No pidamos la pena de muerte para los periodistas de TV3, pero por lo menos inhabilitémoslos de por vida. Si el odio contra los judíos no le salió gratis a Julius Streicher, el odio contra los españoles no le puede salir gratis a Mónica Terribas y demás variopinta fauna de los profetas de la imposición al mando del RMVP (Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda) más conocido por TV3 y RAC1. Desde los medios públicos catalanes se ha producido una violación flagrante de la realidad, por unos periodistas que más que venir de la Universidad de la Información, parecen escapados de un correccional. Periodistas que han pretendido homogeneizar una sociedad heterogénea a través de la lengua, iniciando una carrera precipitada, imparable, agotadora hacia la estulticia y la destrucción. Si no acabamos con el hecho diferencial de una vez y para siempre, cerraremos en falso el problema. Y no solo en Cataluña. Si Alberto Núñez Feijoo sigue sin hablar en español en el parlamento gallego, si permite que la única cultura subvencionada en Galicia sea la escrita en gallego y mientras la Tvg ignore el idioma que hablan la mayoría de los gallegos (seguramente gracias a la propia Tvg, a su pesar) lo que sucede en Cataluña será el principio de un trágico fracaso colectivo. Y a este brote de delirio contribuye la extraña alquimia entre nacionalismo y populismo. Algún día, cuando Podemos deje de ser una amenaza para la democracia española, tal vez Pablo Iglesias se pregunte como pudo llevar a un movimiento que estuvo a punto de dar el sorpaso al Psoe a la irrelevancia política. Amén.

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  3. La independencia es un trampolín hacia la barbarie.

    Las dudas que se generan en las autoridades, el mal de altura ante la casi irreversible necesidad de aplicar el artículo 155 hace que en el Palacio de la Moncloa a alguno le tiemblen las piernas y al resto de los españoles esa incertidumbre nos ponga de los nervios. Si pasamos página tras el golpe de estado catalán dentro de un par de años volveremos a tener el mismo problema. Hay que acabar con Puigdemont, de acuerdo, hay que encerrar a medio parlamento catalán en la cárcel, de acuerdo, hay que meter en cintura a los Mossos, por supuesto, pero si permitimos que sigan incumpliendo las leyes de forma contumaz, no habremos hecho nada. Y eso evidentemente no se arregla en seis meses. ¡Meses no!, años llevamos los españoles con el alma desgarrada, comprobando la sensación de impunidad que se apodera en el mundo separatista ante la falta de agallas del gobierno. Y lo único cierto es que la mayoría de los españoles tenemos atragantado el nacionalismo. No soportamos a Carles Puigdemont, ese referente del desquiciamiento catalán. El desconcierto en el sufrido pueblo español empieza a ser palpable. No hay boicot a los productos catalanes, hay hastío. Es imposible empatizar con un movimiento que está en posesión de la verdad. Los españoles estamos curados de espanto, aunque uno piensa que el discurso nacionalista para un europeo cultivado resulta aberrante, y para un catalán, incluso para un catalán secesionista, con dos dedos de frente, tiene que ser letal de necesidad. La misión redentora del nacionalismo hará muy difícil que el barco de la concordia llegue a buen puerto. Su mensaje distorsionado ha calado muy hondo en parte de la sociedad catalana. La obediencia sumisa al credo ominoso nos hace sospechar que una parte de la sociedad catalana está inmunizada a la razón. Nada puede producir más hilaridad que escuchar a los dirigentes de la secesión, a los autores del putsch de la Diagonal hablando de democracia. La democracia no existe en una región que acosa a la prensa libre, que utiliza a los niños para sus aquelarres nacionalistas. Ni siquiera se puede hablar de dictablanda, es simplemente una dictadura. Pero aplicar la ley no basta. Nadie me va a convencer de que el artículo 155 es el bálsamo de Fierabrás capaz de acabar con el problema. El riesgo de que surjan complicaciones y situaciones imprevisibles es evidente. La situación es inasumible, el mensaje que se nos intenta colar desde la terminales mediáticas secesionistas, insoportable. Y nos falta un timonel que gobierne con mano firme el barco en estos momentos de zozobra. No es por arrimar el ascua a mi sardina, pero el único de los políticos que ha tenido las ideas claras desde un principio, el único, ha sido Albert Rivera. Si las cosas no se tuercen en los próximos meses podemos (permítanme el juego de palabras) ver a Ciudadanos por encima del Psoe y por supuesto por encima de Podemos. La conclusión irrefutable en estas semanas de infarto es que el mensaje de Ciudadanos ha calado en la clase media, entre los que están cansados de la desidia de la derecha y de la aquiescencia con los postulados de los separatistas de la izquierda. Es más, si Rajoy se raja en la aplicación del 155 el gran beneficiado en un primer momento sería el nacionalismo, pero a la larga Ciudadanos emergería como un partido con un discurso homogéneo frente a los reinos de taifas que estarían por venir. Más allá de los avatares de la política, el deseo de los españoles de bien, por encima de ideologías, es el triunfo de la ley y la derrota de los nacionalistas. Valga la redundancia.

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