jueves, 26 de enero de 2012

Nos la hemos traído




Lara lleva casi dos meses viviendo en Vigo con nosotros. Hasta entonces estuvo con Mía, nuestra otra perrita, en la casa donde pasamos el verano. Allí tenían espacio para correr, árboles de sombra en verano y también buen cobijo en invierno. Además podían cotillear a sus anchas sobre las incidencias de cada día en los tres caminos que rodean la finca y, lo mejor: se tenían la una a la otra. Eso fue así hasta principios de diciembre cuando Mía se nos murió. Os parecerá un poco extraño que haya comenzado esta entrada hablando de Lara y no de ella, y que no haya puesto una  foto suya bien grande en recuerdo de una perrita tan querida, pero no he sido capaz, me daba mucha pena ver sus ojos despiertos mirándome desde esta página ahora que se que se han apagado.

No sabemos qué pasó. Un día llegamos y no estaba. Al día siguiente me llamaron para decirme que había aparecido muerta junto a un camino a unos 200 metros de la casa. A veces los perros se alejan del hogar cuando sienten que se van a morir, ahorrándoles así a sus dueños el mal trago de ver cómo se les escapa la vida. Creemos que se  encontró mal  y se le paró el corazón. En casa se consolaron diciendo que estos años habían sido de propina porque cuando la recogimos estaba moribunda, y tanto Jose como mi hijo pequeño lo dejaban caer de vez en cuando para que yo lo oyera y también me consolara. Y eso es verdad, pero aún así duele.

Los tres primeros días fuimos a menudo a ver a Lara porque imaginábamos que añoraría mucho a su amiga y compañera. Quienes tenéis un perro Labrador ya sabéis cómo son: nobles cariñosos y generosos. A pesar de tratarse de otra hembra la acogió cuando llegó a casa como si se hubiesen criado juntas. Dormían entrelazadas y al anochecer se hacían la "toilette" la una a la otra lamiéndose el manto hasta quedar resplandecientes.

El cuarto día en soledad encontramos a Lara muy apagada. Apenas se alegró al vernos y casi no tenía  ganas de comer. De regreso a Vigo mi hermana vino a verme y le comenté que me preocupaba la tristeza de Lara, que si por mí fuera nos la traeríamos para Vigo, pero que comprendía que Jose no quisiera; siempre dijo que no quería perros en el piso. "Se va a morir de pena" le dije "y ya tiene once años". Me parece que Jose nos oyó. Al poco apareció en el salón. "Está lloviendo mucho" me dijo. Asentí. Y dijo al fin "¿la vamos a buscar?" Salimos al momento.

 Al llegar a la finca eran ya las diez de la noche y llovía con fuerza. Las perras solían dormir y resguardarse de la lluvia en un cobertizo que está algo lejos del portal, así que siempre tardaban unos minutos en aparecer cuando llegábamos. Sin embargo, al entrar enseguida vimos a Lara. Estaba inmóvil, sentada en la hierba bajo la lluvia cerca del portal, estaba empapada y tenía la mirada perdida. Cuando la acaricié empezó a gemir.

El viaje de regreso a Vigo lo hicimos en silencio. Jose conducía y yo llevaba a la perrita en el asiento de atrás recostada sobre mis piernas. Al llegar al piso la bañé con agua templada y la instalé sobre una alfombra vieja que puse sobre  la que está en el recibidor. "Lariña aquí no puedes ladrar ni hacer tus cosas, tienes que esperar a que te bajemos al parque ¿eh? " No sé si me entendió pero se está portando como una campeona. No nos ha dado ni un motivo de queja y se está adaptando muy bien a su nueva vida. Los mimos de Mía se los damos nosotros y la gente que la acaricia por la calle. Tiene una habilidad especial para lograr que la acaricien cuando esperamos para cruzar la calle, y en los parques y no digamos si pasamos ante un colegio cuando salen los niños.

Una amiga me enterró a Mía debajo de su árbol favorito, un meroteiro bajo el que solía sentarse a contemplar el valle y a vigilar que el perro del vecino no se acercara demasiado a nuestra valla. Siempre quise plantar una azalea, cuando llegue la primavera  compraré una blanca, como ella, y la pondré en el lugar donde la perrita descansa.


                                               Las tres este otoño bajo nuestro liquidámbar.      

Si os apetece podéis enviar vuestros comentarios, pero en esta ocasión prefiero no publicarlos. Un abrazo a todos

No hay comentarios:

Publicar un comentario